22 de abril 2020.
el País.
La pandemia va camino de convertirse en una hidra de mil cabezas para los países emergentes. A la brutal salida de capitales de las últimas semanas y el hundimiento en la cotización de las materias primas ―de las que dependen muchos países del bloque― se suma ahora la constatación de un hecho que flotaba en el ambiente desde hace días: la dentellada sobre los mercados de trabajo de las economías avanzadas repercutirá, y mucho, sobre las remesas que envían los emigrantes a sus familias en sus países de origen. El Banco Mundial proyecta este miércoles “la mayor caída de la historia reciente” en el volumen total de estas transferencias por la disminución de los salarios o, en los peores casos, por la pérdida de su puesto de trabajo. Las remesas se hundirán un 19,7% desde el máximo histórico del año pasado, hasta los 445.000 millones de dólares (411.000 millones de euros), según las cifras del organismo multilateral. Un desplome que se cebará con los hogares de los emigrantes en las naciones de ingresos bajos y medios, que tienen en esta fuente de ingresos una “línea de vida financiera”. También para los propios países de destino de ese dinero, para los que las remesas son “una fuente de ingresos vital” y que ya están sometidos a una presión mucho mayor que en la crisis financiera de hace una década.