Este esfuerzo ayuda a romper las barreras de la discriminación, el clasicismo y el machismo que niegan derechos a las mujeres trabajadoras del hogar; mismas que en su lucha pidieron en su momento, ser llamadas empleadas del hogar.
Recordemos entonces que la ley es sólo un piso para cambiar la realidad, por ello este es un mínimo gesto de civilidad democrática.