25 de julio 2020.
Excélsior.
Marx Arriaga emitió un documento confuso que va de la pasión a la pureza y de la vocación a la misericordia
No creo en manifiestos. Tampoco en la necesidad de articular una lista de principios que un grupo deba seguir al pie de la letra, como si necesitara instrucciones de bolsillo para sobrevivir en Un mundo feliz. A lo mucho, documentos así quedan para el registro anecdótico de una época o como cartas de “buenas intenciones” que se marchitan con el aderezo de alguna doctrina.
Algunos manifiestos sí se convierten en referencias históricas y derivan en panfletos que la historia ubica por sus dosis ideológicas, pero eso sucede cuando están bien articulados. En el caso del Manifiesto de Bibliotecas Públicas Mexicano que hace unos días lanzó Marx Arriaga Navarro, titular de la Dirección General de Bibliotecas (DGB), se percibe un documento confuso que va de la pasión a la pureza y de la vocación a la misericordia.
Su lanzamiento fue el pasado 20 de julio, en el marco del Día Nacional del Bibliotecario, durante una conferencia virtual convocada por la Biblioteca Central del estado de Hidalgo Ricardo Garibay. ¿Qué diría Garibay sobre este documento? Lo dejo a la imaginación.
En su alocución virtual, Arriaga dijo que el manifiesto es un “regalo para los bibliotecarios del país”. Quizá me equivoque, pero los más de 15 mil bibliotecarios de la Red Nacional de Bibliotecarios (RNB) de México –que perciben un sueldo promedio de tres mil 500 pesos mensuales–, habrían agradecido un incremento salarial, el mejoramiento de sus instalaciones, más tecnología, acceso digno a internet y la actualización completa de sus acervos a nivel nacional.