Por Denisse Dresser
Whasington Post
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), llega a sus tres años de gobierno moralmente derrotado. Podrá presumir su alta popularidad, llenar la plaza del Zócalo con simpatizantes o regodearse en el entusiasmo de quienes lo alzan en hombros, pero rubro tras rubro su gobierno ha resultado ser una lamentable traición.
Es una traición a lo prometido en campaña, a la izquierda progresista que lo apoyó, a los pobres y a la transición democrática, la cual ha trastocado. El hombre que prometió “no mentir, no robar, no traicionar”, se ha especializado en ello. AMLO miente todos los días desde la mañanera. Permite que miembros de su gobierno, de su partido y de las Fuerzas Armadas se embolsen recursos públicos sin sanción. Ha incumplido su palabra de separar el poder político del poder económico, al crear una nueva mafia militarizada en el poder, lejos del escrutinio y la transparencia, que son condiciones indispensables del devenir democrático. El presidente que llegó a Palacio Nacional ofreciendo la honestidad valiente, ha entronizado la mentira permanente.