10 de julio 2020.
Sin Embargo MX
El 29 de febrero de este año, el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, declaró con una suficiencia que hasta entonces apenas le conocíamos pero que después se hizo lugar común en sus ampulosas declaraciones cotidianas, que el coronavirus y la enfermedad derivada de él, la COVID19, no cumplían con las características para considerarse una emergencia sanitaria. Poco después, el Gobierno de México difundió un cartelito informativo con muñequitos en el que se afirmaba que “El Coronavirus COVID19 no es una situación de emergencia” y explicaba en cada recuadro que no había necesidad de cancelar eventos masivos, actividades laborales ni escolares, tampoco había que hacer compra de pánico (lo cual era correcto), le pedía a la gente que siguiera con sus actividades normales, pero con medidas de precaución que ni siquiera explicaba. El último recuadro afirmaba, categórico, que la enfermedad causada por el coronavirus COVID19 no es grave.
Así comenzó la brillante estrategia de la autoridad sanitaria para enfrentar la pandemia que hoy en México ya ha costado alrededor de 100 mil muertes, si tomamos como válidos los cálculos académicos y periodísticos que han señalado el fuerte subregistro de las cifras oficiales de fallecimientos confirmados producidos por el virus y que el propio López-Gatell ha aceptado, aunque en entrevista para un periódico norteamericano, no en sus cotidianas peroratas, donde muestra estadísticas a modo basadas, además, en una irresponsable decisión de no hacer pruebas masivas para contener los contagios. El truco en el que se basa el ocultamiento es sencillo: si no haces pruebas, pues no tienes confirmados.