El País.
4 de julio 2021.
La batalla entre grupos criminales de la capital pone en jaque las colonias de Tepito, Tláhuac y la zona de fiesta por excelencia, el corredor Roma-Condesa.
El éxito durante muchos años de la estrategia de seguridad en la capital mexicana ha radicado en mirar hacia otro lado. Asociar el narco a la periferia, a barrios peligrosos, a pobres. Si no cruzas esa calle estarás a salvo. Vivir pensando que los muertos no mancharán las zonas lujosas de la ciudad, que uno de los centros más poderosos de distribución de droga y armas de la capital no está a 10 minutos a pie del Palacio Nacional. Esto no es Sinaloa, “aquí no hay narcos”. Ningún señor de la droga se ha adueñado jamás de la ciudad. Sin embargo, los criminales locales “de poca monta” son capaces de pasearse por una de las zonas más emblemáticas con rifles de asalto y secuestrar a 13 jóvenes. Pueden darle un balazo a un chico de 16 años en un barrio de moda al salir de una discoteca. Y pueden provocar un operativo de la Marina.
La cuestión desde hace años no es si hay narco en Ciudad de México o cómo deciden llamarlo: pandillas o cárteles. Se trata, más bien, de si quienes controlan las calles de la capital tienen la capacidad de romper esa sensación de oasis, de refugio para el resto de la República mexicana. Tláhuac, Tepito y la joya de la corona, el corredor Roma-Condesa, se han convertido en los últimos años en el escenario de una pugna entre diferentes bandas. El Gobierno de la ciudad declinó en varias ocasiones proporcionar más información sobre seguridad a este periódico.